*La fotografía fue tomada 15 minutos antes que saliera a escena Sinergia.

El Festival de la Islita, otrora un símbolo de la identidad cultural del sector de La Islita, ha vuelto a ser objeto de críticas este 2025. La decisión municipal de trasladarlo nuevamente a un lugar de difícil acceso y alejado de su ubicación original ha generado confusión entre la comunidad, que cada vez se siente más desvinculada de un evento que alguna vez consideró suyo.

De la comunidad a la institucionalización

La Fiesta del Verano, una de las actividades emblemáticas de La Islita, tuvo su origen en la iniciativa del grupo Danzantes Indios. En su afán por financiar sus trajes, el grupo organizó un evento para recaudar fondos. La primera edición se realizó en conjunto con la Segunda Compañía de Bomberos de La Islita, en su terreno, con un cobro de entrada de entre 200 a 500 pesos.

Desde sus inicios, la celebración se caracterizó por una fuerte participación comunitaria, incluyendo bailes, juegos, alianzas, concursos, elecciones de reinas, carros alegóricos y obras de teatro. Sin embargo, con el tiempo, los Bomberos optaron por organizar el evento de manera independiente, conservando su espíritu, pero destinando los fondos recaudados exclusivamente a su institución.

El evento tomó un giro significativo cuando el entonces alcalde, David Morales, decidió institucionalizar la Fiesta del Verano. En este proceso, trasladó el Festival de la Voz, una de las jornadas más populares del evento, al gimnasio del Liceo República de Italia. Con el respaldo del municipio, se contrató a artistas de renombre, lo que atrajo a más público, pero también generó críticas al considerarse una estrategia política para fortalecer su imagen.

Años más tarde, el alcalde Carlos Adasme llevó el festival a Isla Centro bajo el nuevo nombre de «Festival de la Uva». Su realización en el Estadio Municipal tuvo resultados dispares, ya que la baja convocatoria y los reclamos de los islitanos obligó a devolver la celebración a La Islita, realizándola nuevamente en un terreno al costado de los Bomberos.

Durante la administración del alcalde Juan Pablo Olave, el festival fue trasladado nuevamente, esta vez a la cancha de Brisas del Maipo. Sin embargo, la convocatoria ha disminuido progresivamente, alejando al evento de lo que alguna vez fue un símbolo de la identidad comunitaria.

Lo que comenzó como una iniciativa ciudadana para fortalecer el sentido de pertenencia en La Islita ha sido progresivamente absorbido por la institucionalidad, perdiendo su esencia original y enfrentando el desafío de reconectar con la comunidad que le dio origen.

La caída en la asistencia: una señal de descontento

La edición 2025 del festival registró una asistencia significativamente menor en comparación con años anteriores. Si bien factores como la difusión y la programación de artistas pueden influir, la desconexión de la comunidad con el evento parece ser una de las principales razones de este descenso en el público. La ubicación poco accesible también ha sido un factor determinante, limitando la participación de quienes tradicionalmente asistían y disfrutaban de este espacio.

El Festival de la Islita, promovido oficialmente como un evento para «fomentar la participación ciudadana y el fortalecimiento del tejido social en la comuna», ha generado una serie de críticas que ponen en duda su verdadero impacto. A través de una consulta vía Ley de Transparencia, se obtuvo esta declaración de objetivos, sin embargo, la realidad del evento parece distar de dicha intención.

¿Cómo fomentar el encuentro con el otro cuando el público solo observa un escenario con música a alto volumen, sin espacios de interacción? Más que una instancia de fortalecimiento del tejido social, el festival parece haber quedado reducido a un espectáculo pasivo donde la comunidad es espectadora, más que participante

Otro punto de conflicto han sido los premios otorgados a las y los artistas. Desde hace varios años, los montos de los premios se han mantenido inalterados, generando molestia entre los participantes. A esto se suma la confusión respecto a la información entregada: en las bases publicadas en la página web municipal no se mencionaba nada sobre los premios en dinero. Los participantes del concurso de canto solo se enteraron de su existencia al recibir otro documento posterior donde sí se indicaba la compensación económica. Esta falta de claridad pudo haber incidido en la baja participación de artistas en la competencia.

A pesar de la escasa asistencia de vecinos al evento, el costo total del festival ascendió a $25.214.364.- de recursos municipales, sin contar las horas extras de los funcionarios involucrados en su organización. Este dato pone en tela de juicio la eficiencia en el uso de fondos públicos y la capacidad del festival para cumplir su objetivo original de integración y fortalecimiento comunitario.

Durante la sesión del Concejo Municipal N°8, realizada el 11 de febrero de 2025, el concejal Jorge Alfaro (FA) expresó críticas sobre el Festival de la Islita 2025, sin recibir una respuesta directa por parte de la administración.

Su intervención tuvo lugar en el marco de la discusión sobre el espectáculo final del Festival de la Vendimia 2025. La administración municipal propuso trasladar este evento al Estadio Municipal, argumentando la necesidad de cumplir con estándares de seguridad y optar al sello turístico de Chile.

Finalmente, el alcalde atribuyó la baja asistencia al Festival de la Islita a diversos factores, entre ellos el presupuesto, señalando que comunas vecinas como Talagante disponen de mayores recursos, lo que les permite contar con artistas de mayor renombre.

Conclusión Crítica

El Festival de la Islita parece estar perdiendo progresivamente su sentido de pertenencia comunitaria. La falta de interacción real entre los asistentes, la desorganización en la entrega de información y la alta inversión de recursos frente a una baja convocatoria evidencian la necesidad de replantear el evento.

La experiencia histórica ha demostrado cómo los alcaldes han aprovechado los eventos masivos para posicionar su imagen, utilizando festivales como una plataforma política más que como un verdadero espacio de encuentro ciudadano. Además, se repite una fórmula desgastada en la que los festivales de música aparecen como la única instancia de cultura y cohesión social, dejando de lado otras expresiones culturales y formas de participación más activas de la comunidad.

Sin cambios estructurales que respondan a estas críticas, la celebración corre el riesgo de convertirse en un acto meramente protocolar, político y desvinculado de la comunidad que pretende representar.


Fuentes

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